No dia 16 de fevereiro de 2012, nos chega a notícia que abaixo transcrevemos na integra. Salvo dizer que em se tratando dessa etnia, quase tudo referente a saúde e sua forma de vida é de muito pouco estudo. Multiplicam-se as pesquisas sem base, ou as não pesquisas sobre a saúde de minorias. No Brasil não é diferente. As pesquisas feitas por um acadêmico deveria constar primeiro de bom senso. Como vivem, como se alimentão? quais as doenças prementes e de que forma podem ser beneficiados com os programas sociais, assistenciais e médicos de cada país? Quem são os ciganos do nosso país para os médicos e os agentes de saúde? Questões essas já sugeridas pelo pesquisador Frans Moonem em 2008. Estamos começando a caminhar com ações tímidas em postos de saúde (Campinas), mas que fazem a diferença.
Essas e outras questões permanecem sem respostas no mundo todo. Pouco se fez e muito pouco se faz, a fim de que se instrua um membro do corpo docente para que tenha a devida condição humanitária de entendimento, para que não se cometam aberrações como esta pesquisa.
Eis mais um braço do preconceito e da discriminação. No momento em que tantos se juntam para que se deem ouvidos e voz as políticas públicas de nossos países, não podemos concordar com o estereótipo plantado de forma científica em pleno ano de 2012.
A população cigana é composta de pessoas que na sua grande maioria precisam de saúde e atenção, do sistema básico ao mais complexo, como qualquer outro cidadão, como qualquer outro ser humano.
E como não poderia deixar de ser: deixamos aqui a nossa solidariedade e total concordância com a fala do Prof. Dr. Juan Herédia. Que o dinheiro da pesquisa seja mais bem aproveitado, tanto em Espanha e Brasil, quanto em todos os países nos quais os direitos humanos se achem respeitados.
Homeopatas dos Pés Descalços - um projeto da AMSK/Brasil
Los gitanos somos obesos porque asociamos gordura
con "poderío"
Por Juan de Dios Ramírez-Heredia
Acabo de leer la noticia difundida ampliamente por
las agencias informativas. La mitad de los gitanos españoles somos gordos, muy
gordos, porque de esta manera demostramos que somos poderosos. Dios mío, ¡que
barbaridad! Lo ha dicho una bióloga de la Universidad del País Vasco que ha
catalogado este afán que tenemos los gitanos y las gitanas por estar gordos
como una consecuencia de nuestra “cultura obesogénica”. ¡Chúpate esa! Y para
que no quede la más mínima duda de que para nosotros la obesidad es un símbolo
de poder, concentramos todas nuestras grasas y michelines en el abdomen. De tal
manera que tener delgadas las piernas o los brazos da igual. Lo verdaderamente
importante es tener una prominente barriga que infunda respeto y sumisión a los
gitanos y gitanas que, para desgracia de ellos, estén delgados.
La investigadora ha realizado su estudio analizando
los comportamientos de 50 familias gitanas que agrupan a unos 380 individuos. Y
como consecuencia de ello ha puesto de manifiesto las graves consecuencias que
para la salud comporta la obesidad. Así dice que los niños de familias gitanas
que participan en su estudio son ya hipertensos y muchas mujeres podrían tener
problemas de diabetes o de corazón en la época posmenopáusica. Y añade que la
obesidad de tipo abdominal es especialmente peligrosa en los hombres ya que
está ligada a la enfermedad cardiovascular y a la diabetes.
Lo dicho hasta aquí, bromas a parte, me sugiere
algunas reflexiones. Aunque debo manifestar por adelantado mi respeto por
cualquier tipo de investigación que en el ámbito de la salud contribuya a que
llevemos una vida más sana y por ende más optimista y agradable. No podría ser
de otra forma teniendo, como tengo, una hija que es médico.
La primera reflexión me lleva a concluir que tienen
razón los gitanos que dicen “¡Basta ya de tantos estudios sobre nosotros!
¡Parecemos conejillos de indias!" Y llevan razón. Somos el grupo de
población que concita el mayor interés científico de todos los investigadores.
Tengo en mi poder muchos estudios de antropólogos, de todas las ramas, que nos
han estudiado hasta la saciedad. Recuerdo que en mi juventud acompañé a una
investigadora de la Universidad Complutense de Madrid para que realizara una
investigación en el Campo de la Bota barcelonés. Ella tomaba nota de la medida
perimetral de nuestras cabezas, anotaba detalladamente el color del iris de
nuestros ojos y hasta se llevaba un manojito de pelo que cortaba de la
cabellera de los pacientes gitanos después que éstos me miraran insistentemente
recabando mi consentimiento. Fracasó rotundamente nuestra investigadora cuando
pretendió extraer una gota de sangre de aquellos gitanos. Ni yo lo autoricé, ni
ellos se dejaron.
No caben en una de mis estanterías los estudios
realizados por los sociólogos en el ámbito de nuestra vida urbana. Son
volúmenes de todo tipo, especialmente hechos en el ámbito sociográfico. Allí
están desde el pionero del Instituto de Sociología Aplicada realizado por los
jesuitas durante el franquismo, hasta la última tesis doctoral elaborada por
cualquiera de los discípulos de la gran investigadora, catedrática en la
Universidad Autónoma de Barcelona, Teresa San Román.
Igualmente en el campo de la medicina, -que
posiblemente sea el primero en el que los científicos empezaron a estudiarnos-,
tenemos muchos e importantes estudios. Debo señalar aquí las investigaciones
realizadas en el siglo XIX por el doctor B. Ely, holandés, que descubrió en nuestra
sangre elementos coincidentes con la de los habitantes del Punjab para
determinar el origen indio de nuestro pueblo, hasta el proyecto que me
presentaron recientemente unos ilustres profesores del Hospital Clínico de
Barcelona destinado a descubrir una nueva y extraña enfermedad que se da solo
en algunos niños gitanos.
Podría hacer esta lista interminable y algún día lo
haré. Por el momento déjenme que transcriba lo que ha escrito Judith Okely, que
es una investigadora, autora de un estudio sobre los gitanos ingleses: “Los
estereotipos de los gitanos y las explicaciones sobre ellos, sean mentiras o
verdades, pueden ser invenciones o artimañas para confundir en vez de
reflexiones sobre la realidad. La imagen de los gitanos y la información sobre
ellos transmitidas a los payos por los gitanos pueden dar más información sobre
los payos que sobre los gitanos”.
La segunda reflexión, mucho más puntual, está en
línea con los resultados que en ocasiones se extraen de estos estudios y que
suelen ser pasto luego de informaciones que poco o nada nos benefician. Como
esta que comentamos. El resultado final será que los gitanos somos un pueblo de
gordos autoritarios y primitivos a quienes, según la autora del estudio, nos
gustan las mujeres hermosas porque nos parece un símbolo de fertilidad. Tal vez
en esto último lleve razón la señora bióloga: reconocemos que a los gitanos nos
gustan más las mujeres hermosas (que no es sinónimo de obesas) que las flacas o
esqueléticas. Pero mucho me temo que ese gusto lo debemos compartir con el 99
por ciento de los hombres “payos” del planeta.
Cuando yo era niño y vivía en el Cádiz de la
posguerra la gente del pueblo solía decir cuando se encontraban con algún amigo
o conocido:
- Ayer vi a tu hijo. ¡Está tan guapo y tan gordito
que es una bendición!
Naturalmente. Estar gordito era la expresión máxima
de la belleza que no consistía en otra cosa más que en no pasar hambre en una
época en la que los españoles tenían los alimentos racionados. Los gitanos de
hoy estamos gordos porque comemos mucho o porque comemos mal. Exactamente igual
que los “payos”, sean de aquí o de Nueva York.
Tercera reflexión. Alguna vez he oído decir a más
de un gitano que si el dinero que se gastan las administraciones en
subvencionar tantos estudios e investigaciones sobren nosotros lo emplearan en
remediar alguna de nuestras más perentorias necesidades, mejor nos irían las
cosas. Y tal vez lleven algo de razón. Se han escrito y publicado informes
absurdos, muchos innecesarios, buena parte de ellos falsos porque los gitanos
han respondido con falsedad a las preguntas impertinentes de los encuestadores,
y casi todos se han realizado al margen de la voluntad de los propios gitanos.
Hace tres o cuatro años se celebró en Bruselas la
Primera Cumbre Gitana Europea. A ella asistieron la mayoría de los líderes
gitanos del viejo continente. Y junto a nosotros un conjunto de autoridades de
primer orden de los Estrados miembro de la Unión Europea. En el programa
estaba previsto que interviniera Rudko Kawzinski, líder de los gitanos alemanes
y actual presidente del Foro Europeo de los Rromà que depende del Consejo de
Europa. En el momento de su intervención le escuchaban varios ministros
de diferentes países, al menos tres Comisarios del Gobierno Europeo y
posiblemente un par de docenas de Directores Generales y Secretarios de Estado
entre los que estaban también los altos representantes del Gobierno Español.
Rudko, que es un hombre avezado en viejas luchas se refirió a los estudios e
investigaciones que de forma permanente se realizan sobre nuestra cultura,
nuestro idioma, nuestras costumbres, nuestras tradiciones, nuestro folklore,
nuestra gastronomía, nuestra manera de vestir y hasta sobre nuestra forma de
andar. Y en aquel momento, con evidente irritación, levantó la voz para decir
ante tan insigne auditorio:
- Señores ministros, señores directores generales,
basta ya de subvencionar tantas investigaciones innecesarias que a los gitanos
en nada nos favorecen. ¿Saben que deben hacer ustedes? Traigan todos esos
estudios a la plaza en las duras noches del frío invierno y préndanle fuego. Al
menos servirán para que los gitanos nos calentemos.
Es evidente que yo no suscribo esas palabras como
tampoco lo haría en su literalidad el mismo Rudko, que es un hombre
inteligente. Jamás hay que prender fuego a los libros, pero no es menos cierto
que alguien debería reflexionar sobre la utilidad que tienen algunas
investigaciones de las que luego los medios de comunicación van a destacar lo
más llamativo: que los gitanos estamos gordos porque de esa manera reafirmamos
nuestra fuerza y nuestro dominio sobre los demás. Realmente penoso.
* Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y
periodista.